CON ENORME TRISTEZA Y PROFUNDA PREOCUPACIÓN TENGO QUE RECONOCER QUE EL MUNDO ACTUAL ES BABILONIA, LA GRAN PROSTITUTA, QUE APARECE EN EL CAPÍTULO 17 DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS, ESCRITO POR SAN JUAN APÓSTOL Y EVANGELISTA. SI EN ESTE MOMENTO LA HUMANIDAD ESTÁ VIVIENDO EL CAPÍTULO 17 DEL APOCALIPSIS, MUY PRONTO ESTE MUNDO SERÁ TESTIGO DE LA PROFECÍA DESCRITA EN EL CAPÍTULO 18 DEL APOCALIPSIS, LA CUAL CORRESPONDE AL ESPANTOSO Y HORRIBLE DÍA DE LA IRA DE DIOS. SEGÚN LAS SAGRADAS ESCRITURAS, EL DÍA DE LA IRA DE DIOS LLEGARÁ EN MEDIO DE UN TERRIBLE GUERRA MUNDIAL; QUE SERÁ, SIN NINGUNA DUDA, LA TERCERA GUERRA MUNDIAL. DESPUÉS DEL DÍA DE LA IRA DE DIOS SERÁN MUY POCOS LOS QUE VUELVAN A VER LA LUZ DEL SOL, EN CONSECUENCIA HAY QUE ESTAR PREPARADO ESPIRITUALMENTE, Y DESDE YA MISMO, PARA LA MUERTE. POR ESO Y ANTES DE LEER EL RESTO DEL CONTENIDO DE LA PRESENTE PÁGINA WEB, ES DE CARÁCTER URGENTE QUE TODA PERSONA LEA HASTA LA ÚLTIMA LETRA Y PROMOCIONE, CON EL MAYOR NÚMERO DE PERSONAS QUE SEA POSIBLE, LA LECTURA COMPLETA DE LA PÁGINA WEB, CUYA DIRECCIÓN SE MUESTRA A CONTINUACIÓN. TODO LO ANTERIOR PARA QUE EL MAYOR NÚMERO DE PERSONAS POSIBLE EVITE TERMINAR POR FÍSICA IGNORANCIA EN EL INFIERNO, DONDE EL GUSANO NO MUERE Y EL FUEGO NO SE APAGA. ESTA PÁGINA WEB, QUE ES MUY URGENTE QUE ABSOLUTAMENTE TODOS LA LEAN Y LA PROMUEVAN CON EL MAYOR NÚMERO DE PERSONAS POSIBLE, PRESENTA UN CONTENIDO MUY CATÓLICO Y UNA INTERPRETACIÓN, SENCILLAMENTE, EXTRAORDINARIA Y MUCHO MÁS EXACTA, CON RELACIÓN A MUCHOS PASAJES DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS, CUANDO SE REALIZA UNA COMPARACIÓN FRENTE A MI INTERPRETACIÓN PERSONAL DEL APOCALIPSIS. LA DIRECCIÓN DE ESTA EXTRAORDINARIA Y SUPERCATÓLICA PÁGINA WEB, QUE DEBE SER LEÍDA POR TODOS, ANTES QUE CUALQUIER OTRO DOCUMENTO, ES...



EL APOCALIPSIS Y LAS PROFECÍAS DEL FIN DEL MUNDO

LAS SIETE COPAS

INTERPRETACIÓN  CAPÍTULO XV

“En el cielo vi después otro prodigio grande y maravilloso: siete ángeles que llevaban siete plagas, las cuales son las últimas, es decir que con ellas habrá terminado la cólera de Dios. Había un mar de cristal amasado con fuego, y sobre él estaban de pie los vencedores de la bestia, de su imagen y de la marca de su nombre. Acompañándose con las arpas celestiales, ellos cantan el canto del servidor de Dios, Moisés, y el canto del Cordero: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor y Dios, que todo lo gobiernas. Justicia y verdad guían tus pasos, oh Rey de las naciones. ¡Señor! ¿Quién no daría honor y gloria a tu Nombre? Porque tú solo eres santo, y las naciones todas vendrán y se postrarán ante ti, pues ahora han visto tus fallos. Después se abrió el Santuario de la tienda del testimonio y del Santuario salieron los siete ángeles portadores de las siete plagas, vestidos de lino limpio y brillante, con el pecho ceñido con cinturones de oro. Uno de los cuatro vivientes entregó a los siete ángeles siete copas de oro llenas del furor de Dios, que vive para siempre. Entonces el Santuario se llenó de humo por estar ahí la poderosa gloria de Dios, de modo que nadie pudiera entrar hasta que se hubieran cumplido las siete plagas de los siete ángeles”

La historia de la humanidad se parece a una playa bañada por olas y vientos turbulentos que se repiten sin cesar. Solo hace falta hacer un breve recuento de todas las guerras, divisiones y escándalos, que han existido desde la aparición del hombre sobre la Tierra, para narrar lo que ha sido nuestra corta historia universal. El Apocalipsis reúne los acontecimientos pasados, presentes y futuros que cambiaron, cambian y cambiarán, radicalmente, la historia de la humanidad. Así, como los errores, que han marcado la vida del hombre sobre la Tierra, se repiten una y otra vez. De la misma forma, la Divina Providencia repite las mismas profecías, una y otra vez, para que el hombre, finalmente, crea y se convierta. Por eso, está escrito:

“Entonces me dijeron: Tienes que transmitir de nuevo las palabras de Dios relativas a numerosos pueblos, lenguas y reyes“
Apocalipsis 10, 11

Las siete copas del Apocalipsis representan los dolores de una humanidad infiel que es víctima de su propio pecado. Dios no necesita esforzarse demasiado para castigar a un mundo que se olvidó del Supremo Hacedor. El mundo mismo, con todo lo que hay en él, será víctima de su propia iniquidad. Las últimas siete plagas de los últimos siete ángeles hacen referencia a las señales de los últimos tiempos. Estas últimas siete copas guardan relación directa con los siete anuncios de las siete trompetas del Apocalipsis. Por eso, está escrito:

“En el cielo vi después otro prodigio grande y maravilloso: siete ángeles que llevaban siete plagas, las cuales son las últimas, es decir que con ellas habrá terminado la cólera de Dios

Las siete copas llenas del furor de Dios son la confirmación del mensaje profético contenido en el toque de las siete trompetas y en la apertura de los siete sellos del Apocalipsis. San Juan tiene una visión sobrenatural de todos los mártires y santos en el Cielo, los cuales ya gozan de la gloria en la eternidad. Como el oro se acrisola en el fuego, así también, en esta Tierra, el espíritu del justo es purificado en el fuego del sufrimiento. No importan los padecimientos y contradicciones de la vida presente, si el premio es grande y majestuoso a imagen de un “mar transparente como el cristal”. Así es, porque así está escrito:

“Del trono salen relámpagos, voces y truenos. Siete antorchas arden ante el trono, que son los siete espíritus de Dios. Ante el trono se extiende un mar como de cristal transparente. A los cuatro lados del trono permanecen cuatro vivientes llenos de ojos por delante y por detrás”
Apocalipsis 4, 5 - 6

“Había un mar de cristal amasado con fuego, y sobre él estaban de pie los vencedores de la bestia, de su imagen y de la marca de su nombre”

La marca del nombre de la bestia representa el estado permanente de pecado, en el cual viven muchos hombres y mujeres materialistas que han perdido su propia conciencia. Estos hombres y mujeres son muertos vivientes que se limitan a adorar aquello que es temporal y efímero. Estamos invitados a imitar a  los santos del Cielo que fueron capaces de vencer el mal a fuerza de bien. Ser santo es ser perfecto a imagen de Jesucristo, Nuestro Señor. No es suficiente con ser bueno con aquellos que nos aman. Hace falta hacer obras que demuestren la pertenencia a Dios. Hoy en día, hay gente que se cree santa, solamente, por asistir cada ocho días a la eucaristía dominical. Los mandamientos de la ley de Dios son diez, no son, únicamente, dos o tres. Entonces, serán “vencedores de la bestia” aquellos que rechazan la idolatría dirigida al dios poder y al dios tener. Serán vencedores de la imagen de la bestia aquellos que rechazan la tentación propuesta por los actuales medios de comunicación social, que hacen ver como bueno lo que es,  realmente, sucio y repugnante. Vale la pena vivir en gracia de Dios. Vale la pena estar en el mundo sin ser del mundo. Así es, porque así está escrito:

“Un tercer ángel pasó después, clamando: ‘Si alguien adora a la bestia o su imagen o se hace marcar en la frente o en la mano, éste también tomará el vino puro del furor de Dios, que ya está preparado en la copa de su enojo. Sufrirá el suplicio del fuego y del azufre en presencia de los ángeles santos y del Cordero. Por los siglos de los siglos se eleva el humo de sus suplicios. No, no hay reposo para ellos ni de día ni de noche, tanto para los que adoraron a la bestia y su imagen como para el que lleva la marca de su nombre’ “
Apocalipsis 14, 9 - 11

Roguemos a Dios para que al atardecer de nuestra vida nosotros también podamos cantar y alabar a Dios por toda una eternidad, como los ángeles y santos del Cielo adoran al Supremo Hacedor de todo cuanto existe:

“Acompañándose con las arpas celestiales, ellos cantan el canto del servidor de Dios, Moisés, y el canto del Cordero: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor y Dios, que todo lo gobiernas. Justicia y verdad guían tus pasos, oh Rey de las naciones. ¡Señor! ¿Quién no daría honor y gloria a tu Nombre? Porque tú solo eres santo, y las naciones todas vendrán y se postrarán ante ti, pues ahora han visto tus fallos”

Te postrarás ante Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. No tendrás otros dioses. Solo rendirás culto a Dios Padre Todo Poderoso, a través de Jesucristo, Nuestro Señor, y bajo la acción del Espíritu Santo. Venerarás a María santísima como vuestra madre. Serás fiel a la doctrina de la Iglesia fundada por Cristo Jesús, Señor Nuestro. La Iglesia que es: Una, santa, católica, apostólica y romana. Entonces, Dios será para ti un Padre y tú serás para Él un hijo. Este fue el motivo, por el cual, San Pablo compuso el más bello de los himnos, jamás escrito por un apóstol de Dios.

“El siendo de condición divina, no reinvicó, en los hechos, la igualdad con Dios, sino que se despojó, tomando la condición de servidor, y llegó a ser semejante a los hombres. Más aún, al verlo, se comprobó que era hombre. Se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte en una cruz. Por eso Dios lo engrandeció y le concedió el Nombre que está sobre todo nombre, para que, ante el Nombre de Jesús, todos se arrodillen en los cielos, en la tierra y entre los muertos. Y toda lengua proclame que Cristo Jesús es El Señor, para la gloria de Dios Padre”
Filipenses 2, 6 - 11

Antes de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, Nuestro Señor se transfiguró delante de sus discípulos. Ellos aterrados contemplaron la gloria del Hijo de Dios. Antes de comenzar a romper los siete sellos del Apocalipsis, el Cordero resucitado recibe honor, adoración y gloria en el Cielo. Antes del inicio de la proclamación del mensaje,  correspondiente al toque de las siete trompetas del Apocalipsis, los ángeles del Cielo rinden culto y adoración a Dios Padre Todo Poderoso. Del mismo modo, y después de la alabanza dirigida al Creador del universo, aparecen los siete ángeles portadores de las siete copas llenas del furor de Dios, como está escrito a continuación:

“Después se abrió el Santuario de la tienda del testimonio y del Santuario salieron los siete ángeles portadores de las siete plagas, vestidos de lino limpio y brillante, con el pecho ceñido con cinturones de oro. Uno de los cuatro vivientes entregó a los siete ángeles siete copas de oro llenas del furor de Dios, que vive para siempre”

El “Santuario de la tienda del testimonio” representa la presencia de Dios. El “Santuario de la tienda del testimonio” nos recuerda la tienda de las citas, en la cual, Moisés se reunía con Yahvé, como aparece escrito a continuación:

“Y al entrar Moisés en la Tienda, la nube en forma de columna bajaba y se detenía a la entrada de la Tienda, mientras Yahvé le hablaba a Moisés. Cuando el pueblo veía la nube parada junto a la entrada de la Tienda, todos se ponían de pie y luego se postraban cada uno ante su carpa”
Éxodo 33, 9 - 10

El Supremo Hacedor de todo cuanto existe muestra, anticipadamente, su gloria a sus mensajeros antes del comienzo del anuncio de la santa palabra de Dios, para así, dar ánimo y valor a aquellos que han de ofrecer su propia vida por el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. La palabra “ángel” significa mensajero. Son ángeles los apóstoles del Cordero, son ángeles los mártires cristianos, son ángeles los profetas del antiguo testamento. Son ángeles: Los presbíteros, obispos, religiosos y diáconos que han dedicado su existencia al anuncio fiel del evangelio de acuerdo al magisterio de la Iglesia Católica. El magisterio doctrinal de la Iglesia Católica se encuentra en el Catecismo Mayor escrito por San Pio X. Desde los tiempos de Moisés y Aarón, los sacerdotes se vestían con túnicas de lino con un cinturón de oro a la altura de pecho. Los sacerdotes católicos, fieles a la doctrina de la Iglesia, sirven de puente entre Dios y los hombres, y su apostolado es tan importante, que San Juan no duda en compararlos con los mismos ángeles del Cielo, como aparece escrito a continuación:

“del Santuario salieron los siete ángeles portadores de las siete plagas, vestidos de lino limpio y brillante, con el pecho ceñido con cinturones de oro

La expresión “Uno de los cuatro vivientes entregó a los siete ángeles siete copas de oro llenas del furor de Dios, que vive para siempre” se refiere al perfecto cumplimiento de las profecías contenidas en las sagradas escrituras, con referencia a los signos que harán antesala a la parusía o la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo a la Tierra. El texto “los cuatro vivientes” apunta, claramente, a los cuatro evangelistas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Al leer, por ejemplo, el capítulo 24 del evangelio de San Mateo es fácil hallar sorprendentes coincidencias con el Apocalipsis de San Juan, como se estudia en el link correspondiente a Las Profecías del Fin del Mundo. Así, el texto “Uno de los cuatro vivientes entregó a los siete ángeles siete copas de oro llenas del furor de Dios, que vive para siempre” hace referencia a la aparición de siete grandes señales que serán la antesala de la parusía. Estas siete grandes señales fueron profetizadas por el apóstol San Juan en las siete copas del Apocalipsis. Según este fragmento apocalíptico, estas señales serán entregadas por uno de los cuatro evangelistas a los ángeles de Dios. Siendo el apóstol San Juan, al mismo tiempo, uno de los cuatro evangelistas y el autor intelectual del libro del Apocalipsis, es posible que este pasaje se refiera, exclusivamente, a él. Aquí, no se pretende afirmar que: En la eternidad, el espíritu del apóstol San Juan va a entregar la orden, a través de la cual, los ángeles de Dios van a castigar a la Tierra y a sus habitantes con siete grandes plagas. La expresión “Uno de los cuatro vivientes entregó a los siete ángeles siete copas de oro llenas del furor de Dios, que vive para siempre” se refiere, concretamente, al perfecto cumplimiento de las profecías contenidas en el libro del Apocalipsis, especialmente, lo relacionado con las siete copas llenas del furor de Dios. Las siete plagas, de las cuales habla el Apocalipsis, corresponden a las siete grandes consecuencias de la pasada, actual y futura iniquidad de una humanidad insensata que se ha negado a cumplir, sistemáticamente, la santa voluntad de Dios. Estas siete copas recogen las profecías más significativas de los últimos tiempos, contenidas en el antiguo y nuevo testamento.

Nada manchado puede entrar en el Reino de los Cielos. Solamente, los puros de corazón verán a Dios. El purgatorio es el lugar espiritual que permite la purificación del espíritu para que éste pueda descansar, finalmente, en la paz del Señor. El purgatorio, como purificación, no es agradable, puesto que purificarse es sufrir y en el purgatorio se sufre todo el tiempo porque no se puede ver a Dios. En esta vida podemos purificar muchos pecados, si ofrecemos con paciencia los sufrimientos a Dios. En el purgatorio, muchas almas esperan, ansiosamente, la llegada del juicio final; para así, poder entrar en el Reino de los Cielos. Las siete plagas de los siete últimos ángeles del Apocalipsis y la parusía son los acontecimientos que harán antesala al juicio final. Por eso, está escrito:

 “Pero creían firmemente en una valiosa recompensa para los que mueren como creyentes; de ahí que su inquietud era santa y de acuerdo con la fe. Esta fue la razón por la cual Judas ofreció este sacrificio por los muertos; para que fueran perdonados de su pecado
II Macabeos 12, 45 - 46

“Te aseguro que no saldrás de ahí sino cuando hayas pagado hasta el último centavo”
San Mateo 5, 26

“En ella no entrará nada manchado. No, no entrarán los que cometen maldad y mentira, sino solamente los que están escritos en el libro de la vida del Cordero”
Apocalipsis 21, 27

 “Entonces el Santuario se llenó de humo por estar ahí la poderosa gloria de Dios, de modo que nadie pudiera entrar hasta que se hubieran cumplido las siete plagas de los siete ángeles”

Señor Padre Todo Poderoso y Eterno permite la conversión de los pecadores de este mundo. Que en el día de tu juicio seamos dignos de entrar en el reino que ha sido preparado por Dios. Te lo pido por los méritos de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, quien vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

PRÓLOGO

ANTECEDENTES HISTÓRICOS E INTERPRETACIÓN

CAPÍTULO I - Versículos Uno al Tres: COMIENZO DEL APOCALIPSIS

CAPÍTULO I - Versículos Cuatro al Ocho: SALUDO A LAS IGLESIAS DE ASIA

CAPÍTULO I - Versículos Nueve al Once: PRESENTACIÓN DE JUAN A LAS IGLESIAS

CAPÍTULO I - Versículos Doce al Veinte: VISIÓN DE JUAN DE JESUCRISTO GLORIOSO Y RESUCITADO

CAPÍTULO II - Versículos Uno al Siete: MENSAJE A LA IGLESIA DE ÉFESO

CAPÍTULO II - Versículos Ocho al Once: MENSAJE A LA IGLESIA DE ESMIRNA

CAPÍTULO II - Versículos Doce al Diez y siete: MENSAJE A LA IGLESIA DE PÉRGAMO

CAPÍTULO II - Versículos Diez y ocho al Veinte y nueve: MENSAJE A LA IGLESIA DE TIATIRA

CAPÍTULO III - Versículos Uno al Seis: MENSAJE A LA IGLESIA DE SARDES

CAPÍTULO III - Versículos Siete al Trece: MENSAJE A LA IGLESIA DE FILADELFIA

CAPÍTULO III - Versículos Catorce al Veinte y dos: MENSAJE A LA IGLESIA DE LAODICEA

CAPÍTULO IV: LA GLORIA DE DIOS PADRE TODO PODEROSO

CAPÍTULO V: LA ENTRADA DEL CORDERO A LA GLORIA DE DIOS

CAPÍTULO VI - Versículos Uno al Ocho: LOS CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS

CAPÍTULO VI - Versículos Nueve al Once: EL CLAMOR DE LOS SANTOS MÁRTIRES

CAPÍTULO VI - Versículos Doce al Diez y siete: EL DÍA DE LA IRA DE DIOS Y EL FIN DEL MUNDO

CAPÍTULO VII: LA MULTITUD DE LOS SALVADOS

CAPÍTULO VIII: EL TOQUE DE LAS CUATRO PRIMERAS TROMPETAS DEL APOCALIPSIS

CAPÍTULO IX: EL TOQUE DE LA QUINTA Y SEXTA TROMPETA DEL APOCALIPSIS

CAPÍTULO X: LA PROCLAMACIÓN DE LA SANTA PALABRA DE DIOS

CAPÍTULO XI - Versículos Uno al Catorce: LOS DOS TESTIGOS DEL APOCALIPSIS

CAPÍTULO XI - Versículos Quince al Diez y nueve: EL TOQUE DE LA SÉPTIMA TROMPETA DEL APOCALIPSIS

CAPÍTULO XII: LA MUJER Y EL DRAGÓN

CAPÍTULO XIII: LA BESTIA Y EL FALSO PROFETA

CAPÍTULO XIV: LOS CIENTO CUARENTA Y CUATRO MIL EN EL MONTE SIÓN

CAPÍTULO XV: LAS SIETE COPAS

CAPÍTULO XVI: LAS PROFECÍAS DE LAS SIETE COPAS DEL APOCALIPSIS

CAPÍTULO XVII: BABILONIA, LA GRAN PROSTITUTA

CAPÍTULO XVIII: LA CAÍDA DE LA GRAN BABILONIA

CAPÍTULO XIX: LOS CANTOS EN EL CIELO Y EL TRIUNFO DEL VERBO DE DIOS

CAPÍTULO XX: LOS MIL AÑOS Y EL ÚLTIMO JUICIO

CAPÍTULO XXI y CAPÍTULO XXII: LA NUEVA JERUSALÉN Y EL FINAL DEL APOCALIPSIS

LAS PROFECÍAS DEL FIN DEL MUNDO